Publicada en elcorreoweb.es el día 03/02/2018
Se pierde en la memoria el sistema de comercio callejero que imperó en Sevilla, donde un hombre y un burro formaban una unidad mercantil que sustentaba la distribución domiciliaria de los productos básicos para el hogar. Vendedores ambulantes de todo tipo de productos alimenticios, así como de carbón y cisco, cacharros de barro y latón, agua y vinos, se movían en Sevilla para que la vida siguiera adelante.
Sin la aportación de la tarjetografía postal apenas si tendríamos testimonios gráficos de unas de las actividades mercantiles más antiguas y populares en nuestra ciudad y en toda Andalucía, como fueron los vendedores ambulantes de todo tipo de productos alimenticios, así como de carbón y cisco, cacharros de barro y latón, agua y vinos.
Podemos disponer en nuestro archivo de al menos un centenar de fotografías de vendedores ambulantes, impresas en blanco y negro, en sepia, viradas en azul y rojo, e incluso iluminadas. Entre 1895 y 1928, una época de oro para la tarjeta postal de temas sevillanos, los vendedores ambulantes fueron asuntos recurrentes para este soporte editorial, ofertados con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929. De manera que, y como afirma el estudioso de la tarjetografía postal Ángel Vela Nieto, gracias a los editores de tarjetas se ha podido conservar el recuerdo iconográfico de un sistema de venta callejera que se mantuvo hasta mediado el siglo XX, como herencia ancestral que se pierde en la noche de los tiempos.